En Asturias siempre han convivido las demostraciones espontáneas de la fe de la gente sencilla, con un tipo de cantares que ponen al clero en entredicho, criticando su excesivo apego a los bienes terrenales y a las tentaciones de la carne.
El cura viome y mirome,
díjome que era galana.
—Señor cura, mire el libro
que esto no le importa nada.
El cura me llamo rosa,
yo le respondí resuelta:
—Esta rosa, señor cura,
no me la deshoja nadie.
A los curas quiero yo
dentro del confesonario,
n' el altar diciendo misa,
lo demás es contrabando.
El señor cura no baila
porque tiene la corona,
baile, señor cura, baile,
que Dios todo lo perdona.
El señor cura del puertu
tiene la casa en un altu,
para ver las vaqueirinas
de la ventana del cuartu.
La casa del señor cura
nunca la vi como ahora,
ventana sobre ventana
y el corredor a la moda.
¿Qué tienes con San Antonio,
que siempre le estás cantando?
—Tengo el ganado en el monte,
siempre me lo está guardando.
San Pedro fue pescador
y después fue marinero,
y ahora tiene las llaves
del paraíso del cielo.
La Virgen es costurera
y San José carpintero,
y el niño cogía astillas
para cocer el puchero.
La Virgen lava pañales
y los tiende en el romero,
los ángeles van cantando:
—¡Viva Jesús Nazareno!
Esta noche soñé un sueño
el más dulce de mi vida,
soñé que estaba en el cielo
junto a la Virgen María.
Dulcísimo sacramento:
¿dónde vas tan de mañana?
—A visitar un enfermo
que está malito en la cama.
En el Monte Calvario
las golondrinas,
le quitaron a Cristo
las cinco espinas.