Asturias es desde sus orígenes una tierra de horizontes amplios y abiertos.
Basta contemplar la, a veces nítida y a veces difusa pero siempre visible, línea del horizonte.
Desde cualquier monte, cualquier cumbre, cualquier acantilado, cualquier playa, cualquier mirador, cualquier pedrero, cualquier lugar que ronde en tu cabeza o tu corazón, el horizonte asturiano es envolvente, amoroso, agradecido.
El valor, el afán de exploración y aventura, la búsqueda de fortuna, y la necesidad son algunos ingredientes de la cultura indiana.
Esa que generan las oleadas de asturianos que desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, emigran al nuevo mundo descubierto por Cristóbal Colón, reinventando sus vidas y haciendas, y ampliando sus horizontes sin olvidar sus orígenes.
Precisamente en esa diáspora que nunca olvida Asturias, está el “quid” de la cultura indiana.
Los más afortunados entre los miles que emigran, retornan a su tierra y claro exponente de este retorno heroico es un estilo de vida que se manifiesta, entre otros aspectos, en la arquitectura.
Convirtiéndose al tiempo estos indianos - asturianos que regresan exitosos de hacer “las Américas” – en auténticos próceres locales que colaboran en el desarrollo de la tierra que los vio nacer.
Múltiples vestigios de esta cultura tiñen de prodigiosos testimonios el presente de Asturias.
Estas llamativas reminiscencias nos muestran que los horizontes indianos son también amplios, abiertos y universales, como lo es la esencia del alma asturiana...
La perla indiana
En Asturias hay pueblos y aldeas enteras donde la emigración americana fue un fenómeno notable.
Hoy hemos puesto los ojos en Alevia, por guapa y por distinta.
Alta por orografía y un pelín altiva por su belleza, es la puerta de la cordillera del Cuera, cuya falda humaniza.
Y por si fuera poco, es el inicio de la ruta al Picu el Paisano, en cuya cima imposible un indiano de Abándames llamado Teodoro, que de niño había sido pastor en el Cuera, construyó una capilla a modo de recuerdo y homenaje a los hombres y mujeres que tanta vida habían entregado en aquella vistosa montaña...
Entre serenos vestigios de minería, ganado e historias americanas, Alevia se alza majestuosa sobre el valle de Peñamellera y nos ofrece las mejores vistas de Panes, de Abándames y de un cimbreante y luminoso Cares, que parece un inmenso cuélebre de color verde botella de sidra.
La Capilla de San Antonio, con su potente Torre del Reloj justo al lado, su mirador del Picu Peñamellera o su Quinta de Arriba componen un paisaje singular de ecos americanos que hacen de Alevia una auténtica perla indiana.
El pueblo de Alevia en Peñamellera BajaCapilla y torre en el pueblo de Alevia
Una quinta con nombre de mujer
La Quinta Guadalupe aún resulta imponente hoy en día, así que imagínate hace más de cien años cuando fue construída.
La personalidad de su propietario, Íñigo Noriega, se debate entre la historia y la leyenda.
Si bien es cierto que llegó a ser uno de los hombres más influyentes del México de su tiempo, y que no titubeó un momento a la hora de bautizar su soñada mansión con el nombre de su esposa, la sombra de Íñigo Noriega se fue diluyendo con el devenir de nuevos tiempos en los que la cultura indiana pasó a formar parte del patrimonio material e inmaterial heredado de momentos pretéritos.
Ese paso del tiempo no ha hecho sino acrecentar el aura indiana de lugares como Colombres, uno de los pueblos de Asturias con más y más notorias construcciones de aquella cultura que desarrollaron los asturianos emigrados a América que tuvieron la fortuna de retornar con posibles.
Quinta Guadalupe, sus jardines, y su entorno son exponente de la grandeza de ánimo y la amplitud de miras, así como del amor por la tierra... ¡Una auténtica y colorista leyenda viva!
La Quinta Guadalupe en Colombres es el actual Archivo de IndianosVistas del pueblo de Colombres desde Quinta Guadalupe
Solo para tus ojos
Fieles a sus orígenes y también a sus mujeres, los indianos suelen ser conservadores y muy clásicos.
Así lo demuestra también la historia de Antonio Quesada, cangués de Margolles y “alma mater” de Villa Rosario.
Antonio, que hizo fortuna en Cuba en la industria tabaquera, en cuanto tuvo capital suficiente, regresó a Asturias y se casó con su prima Rosario.
Recién casados, volvieron a la isla caribeña y allí tuvieron a sus dos hijos.
Décadas más tarde vuelven a su tierra.
Villa Rosario fue construída en 1914 - el año de inicio de la Gran Guerra en Europa -. A pesar de las circunstancias globales, los Quesada viven un momento dorado en su villa de veraneo, en la que no se escatiman detalles arquitectónicos novedosos y de última generación para la época.
Justo un siglo después Villa Rosario, convertida en hotel, está exquisitamente rehabilitada y conserva el glamur que inspiró esta espléndida creación que hace, junto a otros ejemplos y otras historias, que la primera línea de playa riosellana sea única en su género...
Tal nos encontramos ante la mayor concentración de casas indianas a los mismísimos pies del Mar Cantábrico, que salpica y esculpe de brisa y salitres sus formas majestuosas.
¡Un placer reservado solo para tus ojos!
Garaña: el origen de una emocionante historia
El Palacio de Garaña —en Villanueva de Pría (Llanes)— fue construído a finales del siglo XIX como residencia de verano de los Marqueses de Argüelles, justo en el lugar de nacimiento del primer Marqués de Argüelles, Ramón Argüelles Alonso.
La historia de Ramón es más que curiosa: consigue fama y fortuna en Cuba, y siendo Coronel de voluntarios en esta isla caribeña – cuando aún era colonia española – el rey de España le concede el Marquesado de Argüelles, título que posee el tratamiento de Grande de España desde 1925.
Ramón Argüelles es el fundador de una saga familiar profundamente arraigada en el oriente de Asturias, con personajes para la historia como su hija María Josefa, la mítica Marquesa de Argüelles, cuyo círculo de amistades y cuyas inquietudes hicieron de sus escenarios veraniegos en Ribadesella y Llanes lugares llenos de encanto, glamour y leyenda que aún flota en el ambiente.
Se podría decir que la Marquesa fue una auténtica precursora del ocio actual y los veraneos más “chic”...
Una emotiva historia que comenzó en Garaña.
De rancio abolengo
Cuando dices en Llanes el Palacio de la Marquesa, nadie duda en señalar cuál.
Llanes, cuyo casco histórico reúne el mayor número de palacios y casas blasonadas de toda Asturias, y cuenta con decenas de familias nobles, tiene una sola Marquesa con mayúsculas: María Josefa Argüelles, la misma de la que hablamos al contar la historia del Palacio de Garaña.
La hija de Ramón Argüelles recibe como regalo de bodas el Palacio de la Marquesa, al casarse con Federico Bernaldo de Quirós muy a finales del siglo XIX.
El legendario palacio, que todavía refleja la serena belleza y el buen gusto con que fue concebido, es refugio de nobles, realeza y miembros de la alta sociedad española en la primera mitad del siglo XX, y su actividad puso a Llanes en el mapa del turismo y el ocio de alto standing, que diríamos hoy.
El Palacio de la Marquesa, inspirado en el Renacimiento italiano, es un claro exponente de estilo y elegancia, e incluso lo que queda de lo que fue un imponente jardín da idea de la “Belle Époque” llanisca que creó con su indómita y contestataria personalidad María Josefa.
Cuando luce el sol y te asomas a la verja de forja que rodea la finca de La Marquesa, la imaginación vuela y te transporta a otro tiempo... de rancio abolengo.
El palacio de los misterios
Cada casa indiana es el espejo donde contemplar una historia humana, familiar, social, y todas con el telón de fondo de la querencia por Asturias.
Villa Parres, mucho más conocida como el Palacio de Partarríu, añade un plus de misterio en un tranquilo paseo llanisco para contemplar todo el poderío, señorío, glamur y demás cualidades propias de una época que aún hoy nos ciega con sus destellos.
Partarríu ha seducido a escritores y directores de cine, ha sido una auténtica musa para muchos artistas, que quedaron prendados de la grandiosidad de sus muros, de sus ventanales enormes, de la luz y la naturaleza que invade cada rincón... Partarríu es especial, y eso se percibe con solo atisbarlo desde el exterior, sorteando su verja con una mirada que se pierde en sus añejas cristaleras buscando un no sé qué, una sombra, una presencia, un soplo de nostalgia, un viaje espectral, un universo paralelo...
Dicen algunos que un fantasma habita intramuros, que lo han sentido... No sabría qué deciros.
Partarríu fue construído en 1898, justo el año en que España pierde Cuba, y José Parres Piñera falleció un año después en el palacio de sus sueños... Y ahí sigue su fantástica creación, envuelta en un halo de misterio y melancolía...
Urbanita y colorista
Cerca de Partarríu, la nota más colorista y urbanita la pone Villa Flora, más conocida como la Casa de los Leones.
Fue construída en 1906 por Manuel García, emigrante en México, concretamente en Puebla, donde tiene negocios textiles y donde contrae matrimonio con Flor, de ahí el nombre de la casa.
Hoy Villa Flora está en pleno casco urbano de Llanes, donde luce mágica con sus tonos pastel y su restauración impecable.
Agradable de mirar, sus leones están muy tranquilos y desde hace unos años tienen un nueva compañía en el jardín: una escultura de Salvador Dalí, lo que le confiere un aire ecléctico a esta quinta que como tantas otras tiene nombre de mujer...