Romances de reproche

Principado de Asturias
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Las leyendas y los romances populares han sido glosados de múltiples maneras, como frutos del huerto de la fantasía popular o flores silvestres que nacen sin que nadie las siembre.

Son el germen de la literatura, la voz autóctona, la ortografía y la sintaxis pasadas por el tamiz de la tradición, las palabras que van y vienen sin dueño, de boca en boca. Herramientas puras de la comunicacisn que duermen en la memoria esperando que alguien las despierte.

Romances de reproche

Suelen ocuparse de los amores contrariados por algún motivo: oposición de las familias, desinterés de uno de los miembros de la pareja, infidelidad o abandono etc.

Siete años me cortejaste
y no me dijiste nada,
y ahora me sales diciendo
que pal cobarde no hay nada.
Dices que no me conoces,
recorre tu pensamiento,
yo soy aquella infeliz
que adoraste en otro tiempo.
Anda, vete con la otra
supuesto que la has querido,
yo sembraré en mi huerto
la semilla del olvido.
Me parecía mentira
que llegara la ocasión
que faltara tu querer
dentro de mi corazón.
Si tus padres te regañan
porque me piensas querer,
diles que ya no me quieres
y con eso quedas bien.
¿Cómo quieres que un candil
alumbre dos aposentos?
¿cómo quieres que yo ame
dos corazones a un tiempo?
Dícesme que tienes otra
más arriba de mi casa,
más guapa que yo será
pero no tan salerosa.
¡Ay de mí! Que siendo niña,
di la palabra a un mancebo,
sin licencia de mis padres
a cumplirla no me atrevo.
Si me quieres olvidar,
olvídame prenda mía,
que no hay cuchillo más fuerte
para quitarme la vida.
Dices que me quieres mucho,
dices que mucho me quieres,
la calle donde yo vivo
bien olvidada la tienes.
Si quieres que vaya a verte,
echa a tu perro cadena,
que me acusa cuando voy
a visitarte morena.
Fui a cortejar a Fano
ponderarónmelo mucho,
non taba la moza en casa
mandáronme sacar cucho.
Pretendiste el engañarme
yendo por el monte sola,
has de saber que mi madre
no me dio leche de boba.
A la mar fui por naranjas
cosas que la mar no tiene,
toda vengo mojadita
de olas que van y vienen.
Que triste se queda el sol,
qué triste se va quedando,
como los bosques n' ochobre,
cuando se van deshojando.
Si quieres que corra el agua,
quita el tapín a la presa,
cuantas cosas hace el hombre
que con el tiempo le pesa.
Llamásteme pequeñina,
como el grano de la escanda,
lo que tengo de pequeña
lo tengo de resalada.
Dices que no me conoces
y en ti tengo el amor puesto,
mal haya quien se enamora
de niñas en poco tiempo.
Me quisiste y me olvidaste
y me volviste a querer,
de la noche a la mañana
mudaste de parecer.
Tengo los amores puestos
en una señora viuda,
más los quisiera tener
en una figar madura.
Caséme con una santa
por tener algo con Dios,
la mujer llevóla el diablo
y a mí poco me faltó.
Tu dices que no hay otra
carita como la tuya,
tu tienes la vanidad
y otras tienen la hermosura.

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